La vaca cachena, de estar al borde de la extinción a ser una de las carnes más preciadas
Ha sido la cachena la gran olvidada. La menos rentable. La de breve estatura y tímida en báscula: 400 kilos las hembras, 600 los machos. Aunque su nombre signifique pequeña en gallego y sólo se distancia 122 cm del suelo, destaca suimpresionante cornamenta. Unas astas altivas, abiertas en forma de lira, en ocasiones retorcidas, galludas a decir de los autóctonos.
El sorprendido visitante suele preguntar si viajaron desde una tribu watusi o desde Texas hasta establecerse en estos prados verdes, cuando resulta que son más gallegas que los grelos. No obstante, pastar siendo la más diminuta de las razas bovinas sobre el planeta Tierra no ha eximido a las cachenas del desfiladero de la extinción.
José Figuera, 46 años, en su pazo familiar El Tirso en Abegondo (A Coruña). Junto al ganadero madrileño, algunas de las 50 vacas cachenas que cría. Luis de las Alas
En la actualidad estas Torres de San Tirso cuentan con vieja prensa de vino, estancias señoriales, vistas espléndidas donde detallar castaños, nogales, sauces, robles... Dispone de cuatro hectáreas entre construcción y recreo, más otras 36 aledañas para solaz de las cachenas. Aprovechan este régimen extensivo como ninguna raza: hasta las hierbas de escaso valor nutritivo les resultan un manjar, lo que dan en llamar un animal de "alta rusticidad". Desbrozadora natural, no necesita ni estabulación. Duermen al raso. Aunque se caiga el cielo...
Animado por el plan de expansión de la Xunta que subvencionaba su cría, Figuera se metió de lleno con las cachenas. Se cifran en algo más de 50 las que ostenta en estos terrenos de Abegondo, para un total de 200, contando las que pastan en otra finca en Villalba (Lugo).
El milagro
La cabaña de este madrileño de 46 años forma parte de las 150 ganaderías que hay en España: 140 en Galicia, siete en Castilla y León, dos en Extremadura (concretamente en la comarca de La Vera, con unas condiciones meteorológicas y orográficas muy parecidas a Galicia) y una en Asturias. Hace unos pocos años sólo quedaban 300 reses. En el municipio de Entrimo (montes orensanos de Olelas) en 1987 sobrevivía un contingente de 100 ejemplares, en manos de tres familias, a la espera de un milagro. Y el milagro fue saltando a otras localidades como Lobios y Muíños, Quintela de Leirado, Calvos de Randín... Dedicación, exaltación racial y regional que no cesó para promulgar un sabor desconocido.
Ahora andan por las 4.000 y pico el total de cachenas españolas, según los libros genealógicos que maneja Boaga, la Federación de Razas Autóctonas de Galicia. El sello distintivo que le ha otorgado esta institución ha elevado sus ventas y su eco mediático. "Su carne no tiene nada que envidiar a otras razas, incluso las supera. Hasta el queso que da su leche es riquísimo, picante y con regusto a monte", remarca Figuera, quien ha celebrado en las campas de su pazo -habilitado para bodas y eventos de alto copete- varias jornadas gastronómicas donde ha dado a conocer las bonanzas de la raza.
El origen de esta vaca tan particular radica en el Parque Natural Baixa Lima-Serra do Xurés, zona comprendida entre Portugal y Ourense. Allí se usaban para arar, bestias de tiro sin interés por su despiece. Mientras que otras razas iban muriendo por las inclemencias meteorológicas, las cachenas ni se inmutaban. Desde entonces, los montes de O Quinxo y las sierras linderas del Xurés y O Leboreiro han sido su santuario. Desde allí se fue propagando el interés por ellas, siendo la raza que más ha crecido exponencialmente en los últimos lustros.
Desde la Asociación de Criadores de Raza Bovina Cachena (Cachega) y la Federación de Razas Autóctonas de Galicia (Boaga) se congratulan de los actuales datos, haciendo hincapié en que han reducido mucho la cosanguinidad. "Antes no se valoraba su aptitud cárnica, sólo se señalaba que se adapta perfectamente a los duros inviernos, a terrenos pedregosos y de poco pasto", señala José Ramón Justo, director de Boaga.